13 julio, 2020

Dos mujeres, dos caminos

By elmillennialtimes@gmail.com

¿Qué quieren las mujeres a los veinticuatro? Si me preguntan a mí, respondería: una maestría en el extranjero, una GoPro, más lentes para la cámara, una cita personalizada con Mia Astral, recorrer el mundo como Anthony Bourdain y comer granatta en Sicilia. Ya sé, ya sé, esto es bastante predecible para una mujer de mi generación. Sin embargo, existen otras mujeres cuya respuesta puede ser tan simple y contundente como tener un bebé. Ajá, así como lo leen: un hijo, un primogénito, retoño, bendición o como quieran llamarle.

Así que esta es la historia de Juana, o vamos a llamarla así: una chica de veinticuatro años que no tiene ni idea que estoy escribiendo sobre ella, y probablemente nunca leerá esto. Su historia de vida servirá para ilustrar la reflexión de hoy. Ahora, empecemos por el principio.

Conozco a Juana desde siempre. Nuestras familias se conocen y cada una ha visto el crecimiento de la otra. Le llevo un mes exacto, pero hemos tenido vidas muy distintas. A Juana le he conocido mal contados cuatro novios, eso sí, todos con la aprobación y vigilancia de su mamá. Es trabajadora, leal a su familia y echada pa’ lante. Malicia indígena es lo que le sobra. Es espigada, atractiva y coqueta. Hace un par de años, en conversación casual –tinto en mano– mamá me contó lo siguiente:

–¿Ya supiste que Juana se va a organizar?

Después de lanzar un grito de sorpresa e indignación me puse a pensar en los caminos de la vida. Yo, con los mismos veinticuatro años, lo único que soy capaz de organizar es el clóset los domingos, y por mucho dura tres días en paz. Se me queman los huevos y hasta el agua que pongo a hervir para el té. Pero mis fallidas habilidades caseras no importan aquí: lo cierto es que Juana ya tenía sus corotos listos con una pareja un año menor que ella. Era decisión tomada, aunque a mí me costara digerirlo.

Dos años después, el cuento era otro:

–¿Supiste que Juana está embarazada?

¡Vaya sorpresa! Mujeres embarazadas las habrán por los siglos de los siglos, amén. Entonces, ¿Por qué estamos hablando de Juana? Aquí viene el motivo. En uno de sus controles médicos, durante la conversación con su doctor, ella lanzó la siguiente afirmación: “Doctor, es que todas mis amigas tienen bebés menos yo”.

(Les concedo una pausa para hidratarse. O tragar saliva).

Antes el asunto era Juana. Ahora es el de sus amigas, las amigas de sus amigas, y así sucesivamente. La pregunta que intento resolver es: ¿qué debe tener una mujer de veinticuatro años en la cabeza para que su prioridad máxima sea tener un bebé? Uno va al colegio y le enseñan que los seres vivos nacen, se reproducen y mueren. Pero en este mundo contemporáneo, globalizado, más tolerante, más libre y lleno de posibilidades los espacios entre esa triada universal están en constante expansión.

A nosotras, a diferencia de los hombres, nos hacen creer que el reloj biológico es un instrumento de medición en nuestra vida. Entre los diez y los quince te desarrollas, a los veinte ya has debido tener un novio, a los veinticinco ser una profesional, a los treinta casada y con hijos, y a partir de los cuarenta sucede de todo para invertir el reloj y que nos digan “¡Qué conservada estás!”.

Este es un esquema genérico que en el caso de Juana está evidentemente alterado. Estos órdenes implícitos y universales dependerán de cada círculo de influencia al que la mujer esté expuesta. Estoy segura que habrá alguna teoría sociológica que defina esto, así que pueden ir buscándola porque yo no lo voy a explicar. Sorry not sorry.

Mi feminista interior quiere entender a Juana. A veces se siente decepcionada porque el trabajo de todas las que nos antecedieron pareciera venirse abajo. Otras veces, la admira por su valentía de perseguir un proyecto de vida aparentemente obsoleto en el siglo XXI. No la juzgo, es muy fácil rendirse ante los encantos de la cultura del patriarcado. Te quedas en la casa, procreas, crías a tu hijos para que sean personas de bien y esperas. Esperas que te provean, que te sean fiel, la hora de la cena, la novela de las 8:00 p.m., el momento para dormir y que suene el despertador al día siguiente. Lo anterior puede sonar como el worst case scenario pero en mi realidad ese plan no cabe. Así como para Juana sea inaceptable que yo no sepa cocinar, hacer aseo, que no me quiera casar por la Iglesia y mucho menos que no quiera tener hijos en mis veinte. Que esa viajadera es una pérdida de tiempo y plata, la misma que serviría para comprar electrodomésticos para la casita.

Las comparaciones son odiosas y eso es lo último que quiero hacer. Este artículo expresa una opinión que intenta generar reflexión con un último mensaje: en este mundo cabemos todos. No hay un proyecto de vida único, todos son válidos mientras contemple respeto por el otro. Competir por quién es más ilustrado o quién tiene la razón es una ilusión del ego que solo genera desgaste. No faltará quien piense que este texto se escribe desde el privilegio, el miedo y el rechazo. A quien escuche la intención, toda suya. A quien no, que lea hasta que convencerse.

En mayo nacerá el hijo de Juana. Ella se inundará de la felicidad que trae consigo la experiencia de la maternidad. Su tan anhelado estado de ser mamá se habrá cumplido y para toda la vida. ¿Qué pasará en mayo para mí? Ni idea. Mientras tanto, seguiré buscado mi felicidad acumulando millas, kilómetros, amigos y bares. Busquen la de ustedes en el único lugar donde está la respuesta: en nosotros mismos.

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