Casi toda mi cuarentena transcurrió en casa de mi mamá. En octubre de 2020 me mudé de ciudad y a los tres meses regresé con ella. Ese devenir no es nuevo. Desde 2013 vivo en un constante come and go entre mi lugar de trabajo y el lugar donde espero para volver a entrar en marcha. Ahora, de nuevo en casa de mi mamá, en el cuarto donde he invertido tiempo, dinero y pensadera para crear un espacio único, me cuesta establecer una rutina tan productiva como de costumbre. Escribir el último artículo fue una búsqueda constante del spot para concentrarme y terminarlo. No fue sino hasta que en un arranque de inspiración cambié puse todo patas pa’ arriba, rodé el escritorio y sobre él, en los centímetros de pared que sobraban, armé un collage con mis revistas, esas mismas que dije que nunca iba a dañar, y sólo así pude cumplir con mi tarea.
En realidad lo tenía todo. Una hoja de ruta clara, las fuentes ubicadas y las ganas, pero nada estaba fluyendo. Todo por el espacio. Fue en ese momento donde caí en cuenta que no estaba en mi casa, estaba en casa de mi mamá. Ya mi cuarto no es mi cuarto: es el lugar donde paso los días cuando vengo de visita. ¿Mi casa cuál es? Por ahora, el mundo. Pasará una década más o menos para tener una escritura firmada. Tampoco pienso mucho en eso. Las probabilidades de vivir en una casa con vista a las colinas en California son iguales a terminar en una cabaña en Rincón del Mar. Pero mi casa futura no es el motivo por el que están leyendo este artículo. Para mi fortuna y la de ustedes, no soy la única con picos de hipersensibilidad con su entorno. Hay artistas que se han encargado de dejar sus pensamientos a lo largo de la historia en forma de libros, pinturas o películas. A continuación les comparto una breve lista de títulos que podrían interesarles si se están haciendo preguntas sobre este mismo tema. Debo precisar no los he leído aún, pero los tengo presentes y esta es la ocasión perfecta para compartirlos: