13 julio, 2020

El hilo invisible de ser periodista de moda

By elmillennialtimes@gmail.com

Recuerdo estar sentada en la cuarta fila del salón. Esperábamos el inicio de la primera clase de periodismo con las ansias que cualquier primíparo experimenta ante el primer acercamiento con lo que será el resto de su vida. Cuando llegó, la profesora inició con un ejercicio bastante sencillo: debíamos decir nuestro nombre, edad, lugar de origen y, por último, qué tipo de periodista queríamos ser.

«Periodista de TV», «periodista deportiva», «comunicadora organizacional», respondían la mayoría de mujeres; los hombres, en cambio, se proyectaban como cineastas o realizadores. Cuando llegó mi turno, dije: «quiero ser periodista de moda».Fui la única con esa inclinación. La profesora, con una mezcla de interés y asombro por mi respuesta, añadió: «si ustedes la ven a ella como periodista de moda, no es lo primero que se les viene a la cabeza». En ese momento la frase no trascendió. Sin embargo, con el tiempo, la escena de mi primera clase de periodismo volvía a mí.Antes de empezar con las reflexiones de rigor, debo decir que ese día estaba vistiendo una camiseta de color vino tinto o, para ser más exactos, burgundy, jeans anchos desgastados verde lima, zapatos con estampado étnico de estilo un tanto masculino, y algún peinado de trenzas super cursi.

Hay que dejar algo claro: los periodistas, solo por el hecho de serlo, ya estamos estereotipados. A los hombres los ven como reporteros o periodistas deportivos o de noticias; las mujeres, en cambio, son presentadoras de Caracol y RCN, en especial de los últimos cinco minutos del noticiero, sección entretenimiento. En ambos casos, la función del periodista pareciera estar más enfocada en presentar –ser la cara amable– que en la verdadera misión de informar. Ahora, si el panorama para los periodistas es brumoso, ¿qué se espera para los periodistas de moda?

El periodista de moda, según el Fashion Development Project, aparte de informar sobre noticias y colecciones, requiere de un bagaje cultural extenso. Debe ligar temas sociales, económicos y otros fenómenos sociales que afectan la industria de la moda en el mundo. Sin embargo, la percepción sobre el oficio suele ser tan fría y banal como la de la industria misma, estereotipos que son alimentados por los medios de comunicación, Hollywood y las redes sociales  que proyectan los atributos físicos y de personalidad para este tipo de periodistas.

Aquella profesora no relacionó mi look con el de una periodista fashion porque seguramente, en algún momento de su vida, vio El diablo viste a la moda (The Devil Wears Prada, 2006), una película ambientada en las oficinas de una revista (en un claro guiño a Vogue). De manera que ella esperaba verme como Andrea Sachs (Anne Hathaway) luego de calzarse las últimas botas de Chanel, y no a una sincelejana en jeans, camiseta y tennis. Eso no está mal, no la culpo: existen miles de preceptos empaquetados para cada persona según su oficio, aunque no siempre concuerdan con la realidad.

Las editoras, periodistas y críticas más populares han logrado su reconocimiento gracias a su ojo innovador, pero también por ser portadoras de estilismos basados en el sello personal. Casos hay muchos. Susy Menkes ha usado por años un copete de revés perfecto solo porque odia que su pelo toque sus ojos mientras escribe; Diana Vreeland va siempre de negro con maxi accesorios; Anna Wintour, con su cabello en bob y gafas oscuras; está Grace Coddington y su melena pelirroja, Emmanuelle Alt con su look militar parisino, y Anna dello Russo con cualquier cosa que se ponga (Si usted no reconoce ninguno de los nombres mencionados arriba, ya es tarde para que empiece a googlear).

No demora en aparecer el personaje típico de estos artículos: «¿y yo por qué carajo tengo que saber quiénes son esas viejas, si ni siquiera puedo pronunciar sus nombres?». Querido personaje típico: si eres es de los que piensa que las periodistas de moda son esas que se visten de marca desde la planta del pie hasta el tinte, con el bolso en una mano y el celular en el otro, ganándose la vida haciendo noticas fáciles sobre vestidos, zapatos y joyas, te invito a que escojas al azar dos de los nombres que escribí y te prometo que quedas evangelizado.

La cuestión radica en tener la mente abierta. La reportera de noticias puede estar llena de tatuajes bajo del blazer, pero ¡cuánta seriedad transmite! La del clima no necesariamente tiene que estar buena. La de deportes puede tener el cabello corto sin riesgo de parecer un hombre. La de entretenimiento, vestirse fiel a su estilo. Y la periodista de moda, si le da la gana, usar camisetas, jean y tennis. No confundamos el falso con el dobladillo, porque la misión es la misma: informar, no importa si el abrigo que tienes puesto es un Oscar de la Renta o si lo compraste en Oscar de la Treinta.