25 enero, 2021

¿Por qué nos duele tanto crecer? Dos teorías para entenderlo

By elmillennialtimes@gmail.com

“No crezcas: es una trampa”. Esa era la frase campeona que cerraba cualquier conversación cuyo tema principal fuese la inestable levedad de ser adulto. Pero ante esa trampa es imposible escaparse. A todos y todas nos toca, vamos derechito entre pataletas y placeres. Hace poco menos de un mes llegué a mis 25 años: no soy una adolescente ni tampoco una adulta porque a la categoría le siguen añadiendo el “joven”.

Lo que sí somos es retrospectivos. Veinticinco años es tiempo suficiente para haber hecho algo y muy poco para quedarse esperando que llegue la chispa de inspiración o que alguien te descubra en un centro comercial. También es la edad donde empiezas a bajar el tono cuando te preguntan cuántos años tienes, haces cálculos de qué tan cerca estás de los treinta y, acto seguido, se te olvida sumar y restar. 

Cumplidos cinco lustros viviendo en este planeta llamado Tierra, es imposible no hacer balances generales. Pero antes, les tengo que ser sincera: a mi edad he sido una mujer extremadamente afortunada. He alcanzado logros que me llenan de infinita satisfacción y orgullo. Celebro la valentía de crear proyectos que nacieron de mis pasiones individuales que ya no son mías, sino de toda una comunidad. Celebro haber nacido nerda y estudiado becada en la universidad. Celebro estar rodeada de amigas y amigos que son mi familia donde sea que esté. Celebro a las mujeres de mi familia de sangre quienes me han enseñado el verdadero significado de fortaleza. Celebro a los hombres que han pasado por mi vida porque por ellos he conocido las extensas posibilidades del amor. Todo esto se lee buenísimo, ¿ah? Lo leo de nuevo y me envidio a mí misma. Pero aún con todos estos regalos del universo, no quiere decir que los bolis de seguridad que puse a congelar no se me aguan a veces.

Crecer es un remix de miedos, aspiraciones, deseos, ideales y metas ¿Ya dije miedos? Por eso, si en mi cabeza están todas las preguntas, lo más coherente es salir a buscar las respuestas. En esa búsqueda encontré dos teorías que me ayudaron a entender por qué el camino a la adultez es tan turbulento. Lo que encontré, además de explicaciones científicas, es que mis dudas no son berrinches de millennials sino puntos de inflexión por lo que han pasado todas las generaciones a lo largo de la historia de  la humanidad. Sin más preámbulos, estas son: 

 

La falacia de la llegada 

Seguramente fue un domingo. Descubrí esta teoría en un artículo del Times. El texto se titula Lograste algo grandioso…¿Ahora qué? y lo escribe A. C. Shilton, una cineasta en crisis post-éxito tras haber rodado una serie. Shilton introduce la teoría del israelita Tal Ben-Shahar, doctor en Psicología y Filosofía de la Universidad de Harvard, que consiste en “la ilusión de que en cuanto logremos algo, en cuanto alcancemos nuestra meta o lleguemos a nuestro destino, alcanzaremos la felicidad duradera”. Oh no, Oh no, pero hay más: “Esas personas comienzan sintiéndose infelices, pero se dicen a sí mismas: ‘Está bien, porque cuando tenga éxito seré feliz… Entonces, vuelven a sentirse infelices pero, además de ser desdichados, ya no tienen esperanzas porque antes vivían con la ilusión  de que serían felices tras cumplir sus metas” *Insertar sticker juguito de buena vibra* 

¿Les suena familiar? Estoy segura que sí. Nos pasa todo el tiempo, así nos educaron, así crecimos y así vivimos. Crecer parece un juego al que vamos desbloqueando niveles, pero llega un momento donde el nivel es más difícil de lo que pensamos o el juego ya no nos parece tan divertido. Por si las dudas, aquí les doy ejemplos: el diploma, el trabajo, el ascenso en el trabajo, las vacaciones en Bali solteros, las vacaciones en Bali con pareja, el sixpack, la pinta, el espejo vintage y sigue la lista como un scroll infinito. Así, cuando soñamos con alcanzar algo y lo tenemos, lo que sigue es un ¿eso fue todo?. Es aquí cuando tenemos que hablar del pronóstico afectivo. “El pronóstico afectivo es nuestra capacidad de predecir cómo nos harán sentir los sucesos…Solemos ser bastante buenos para saber qué cosas nos harán sentir felices e infelices, pero no somos muy buenos para predecir la intensidad ni la duración del efecto de los sucesos” explica Jamie Gruman, profesor y académico investigador sénior de la Universidad de Guelph, en Canadá. 

En este momento pueden respirar hondo, porque ya es hora de pasar a la segunda teoría. 

La crisis del cuarto de vida 

Cumplir 25 años y entrar en existencialismos no es novedad. Nos damos cuenta que el reloj avanza sin esperar a nadie, te comparas con tus colegas, amigos e influencers y los miedos hacen una fiesta cada dos días en tu cabeza. Leyendo en Verne el artículo de Beatríz Guillén,  La crisis de los 25 existe y se debe a la falta de certezas, tuve un gran alivio al enterarme que existen libros e investigaciones como las de la psicóloga estadounidense Abby Wilner y la periodista Alexandra Robbins. En el libro “Crisis del cuarto de vida: Los desafíos únicos de la vida durante los veinte”, explican que contrario a otras crisis como las de los cuarenta o los treinta, en la crisis del cuarto de vida lo que sucede es que “no hay estabilidad, no hay previsibilidad, no hay certezas. El resultado: entras en un ciclo donde dudas mucho de ti mismo”. Ahora, seamos honestos y honestas ¿En qué momento de la vida hay certezas absolutas? ¿No se trata la vida de eso? Sea cual sea el tamaño de la crisis, la idea no es hundirnos en un pantano de inseguridad sino, asumir la angustia de la libertad – bien lo  dijo Kierkegaard- como un sano ejercicio de introspección. 

Estas fueron solo dos teorías pero deben existir miles más, sólo basta curiosidad y WiFi para encontrarlas. La invitación es a continuar la investigación por su cuenta ¿Qué teoría les llamó más? ¿Se sintieron identificados? Si están pasando por esta crisis espero esta información sea de utilidad para ustedes – sí, así como dice Mía Astral- o si ya pasaron por ella, ojalá les haya sacado al menos una sonrisa nostálgica recordando su yo de veinticinco. Mientras tanto, wish me luck! 

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