He renunciado dos veces en mi vida. La primera en 2019 en un trabajo de “todera” digital. Aprendí mucho del oficio pero también, lo poco que toleraba la idea de trabajar como única vía de subsistencia en el mundo. La segunda, hace un mes. También aprendí un montón pero sobre todo, que pasarla bien, mal o menos peor en el trabajo era mi decisión, porque quien escoge estar ahí soy yo y nadie más.
Luego de esta última renuncia me di cuenta de lo tóxica que ha sido mi relación con el trabajo hasta ahora. Una relación que me urge sanar. La buena noticia es que no estoy sola en este proceso. Pregunté en Instagram, Twitter y estados de WhatsApp si alguna vez han renunciado a un trabajo y por qué. En menos de una hora ya tenía en mi inbox varias respuestas que me obligaron a sentarme, ponerme los lentes y leer con atención. ¿Qué fue lo que vi? Historias como estas:
Leyendo todas estas historias que llegaron voluntariamente pude concluir dos cosas: la primera, es que he sido afortunada en mis experiencias laborales porque el nivel de drama de los testimonios que recibí fue absolutamente superior. Y la segunda, es que si algo es prioridad para lxs millennials en el lugar de trabajo es el estado de bienestar.
En mi caso, no ha sido nada distinto. Mis dos renuncias – ambas con la misma empresa en momentos diferentes – han estado motivadas por el deseo de cumplir mis metas y que el trabajo más que un medio, se convierte en un obstáculo o deja de aportar. La primera vez fue el año en que un proyecto personal despegó, estaba ciegamente enamorada de los resultados así que no quería dedicarme a otra cosa que no fuera eso, y así lo hice. La segunda – más compleja – ha sido de las decisiones más adultas que he tomado. Si vieron la película “El diablo viste a la moda” recordarán una de las escenas finales cuando Andrea rechaza la llamada de su jefa, bota el celular a una fuente y camina campante por París ¿Se acuerdan? Bueno, fue así pero en Barranquilla.
Ahora, para hablar de renuncias debemos ubicar dos periodos: A.C y D.C. Pero esto no tiene nada que ver con Cristo, sino, con el bendito Covid- 19. Si eres de las personas que renunciamos a nuestros trabajos en 2021, eres parte de un movimiento llamado “La Gran Renuncia” o “The Great Resignation”. Un término propuesto por Anthony Klotz, profesor asociado de administración en Texas A&M University, quien explica que este fenómeno sucede debido a las numerosas epifanías relacionadas con la pandemia – sobre el tiempo en familia, el trabajo remoto, los desplazamientos, los proyectos que nos apasionan, la vida, la muerte, y lo que todo esto significa— que pueden hacer que las personas reconsideren la rutina de la oficina de 8 a.m. a 6 p.m.
Pero, ¿De verdad es tanto como para llamarlo un “movimiento”? son datos y hay que darlos. En Estados Unidos cuatro millones de empleados (el 2,7% de la fuerza laboral) abandonaron su trabajo en abril. El reporte Microsoft Work Trend Index reveló que 40% de las personas planea cambiar de trabajo durante el 2021, y una encuesta de Monster agregó que el 95% de los empleados de los Estados Unidos está considerando un cambio de ocupación. Sumado a estas cifras están factores como el regreso a la presencialidad en los trabajos, las empresas que adoptan modelos híbridos, aquellas que no, la reducción de salarios por teletrabajo, y demás efectos secundarios de la reinvención. Cada uno de estos “detallitos” pesan como una tonelada a la hora de renunciar o no.
* Hora de volver al trópico*
Después de leer todas las historias de millennials que eligieron la renuncia noté un patrón: cargos sobrecargados de tareas, abusos de poder, promesas incumplidas, insatisfacción, subestimación. Y la lista sigue. Sin embargo, casi todas las historias se resumen en un empleador que necesita talento humano para obtener resultados y un millennial que llega a ser parte de un sistema – fallido pero es el que hay – donde espera explotar su máximo potencial profesional pero termina explotando emocionalmente porque “esto no fue lo que me prometieron”. El acto seguido es buscar en Google modelos de carta de renuncia y vaya tilín, vamos tilín, a la mierda tilín pero libre.
Luego del break de la renuncia, el proceso se reinicia. Lxs millennials entran al mercado laboral con la esperanza de encontrar ese trabajo donde puedan lograr un impacto en el crecimiento de una organización, donde puedan ser ellos y ellas mismas, donde puedan asumir retos, educarse o ampliar su red de contactos. (Porque no todo lo que quieren es trabajar en una oficina instagrameable y comida gratis.) El último estudio de FirstJob sobre las Mejores empresas para jóvenes profesionales en Colombia, donde participaron personas entre 18 y 35 años con más de tres meses de antigüedad y contrato indefinido, arrojó que las características que más motivan a los jóvenes a postularse a una empresa son la estabilidad laboral (24%), el aprendizaje (17%) y los beneficios (15%). Siendo la imagen (12%) y el salario (10%) las que menos.
En este punto ya sabemos por qué renuncian lxs millennials y a qué le dan prioridad a la hora de buscar empleo. Pero este artículo no estaría completo sin saber la otra versión de la historia ¡Que pasen lxs empleadores! ¿Qué piensan los empleadores? ¿Cómo es para ellos y ellas la experiencia de recibir una renuncia? Estas son algunas de sus respuestas:
Si algo me ha ayudado a entender las relaciones profesionales es hacer una analogía con las relaciones sentimentales. Al principio, tu relación con el trabajo es puro amor y brillitos. Luego, te das cuenta de los defectos y virtudes. Seguro después llega la primera discusión pero se resuelve porque el amor todo lo puede. Al final, como en cualquier relación hay dos escenarios: irse o quedarse. Por lo tanto, cuando alguien se va, queda la tusa. Y en el trabajo también hay tusas laborales.
Con lo anterior no pretendo suavizar el rol de los empleadores, pero es justo saber que en una situación de dos, las acciones tienen consecuencias de lado y lado. Esas consecuencias se pueden contar como un historia de amor, compresión y ternura o como una película de terror con abogados como actores primarios. Porque al cruzar los testimonios, el plano general es una pelea por quién tiene la razón o el mejor argumento. Sí, hay empresas abusivas y sí, hay millennials perezosos, pero cada parte responde a un interés. Cuando ese interés está alineado ¡Aleluya! pero cuando no, el desequilibrio se nota y empieza a afectar a un empleado que se siente insatisfecho y a una empresa que necesita resultados.
Voy a concluir con una quote que me encanta “La renuncia es el viaje de vuelta al sueño”. La persona que renuncia siempre lo hace con una intención. Si estás en este proceso y aún no lo ves tan claro, te recomiendo lo siguiente:
- Haz una lista de las razones para renunciar vs. las razones para quedarte.
- Sé honestx y revisa si es un berrinche o si de verdad es la mejor opción.
- Recuerda por qué decidiste aceptar el trabajo en un inicio.
- Pregúntate si el trabajo se ajusta a tu proyecto de vida o planes a mediano/largo plazo.
Si eres un o una millennial que quiere renunciar, espero que estos puntos te ayuden a tomar la decisión. Si eres jefe de millennials, seguro aprendiste varios insights sobre la personalidad de tu equipo de trabajo. Y si ya renunciaste, te felicito. Usa el tiempo libre al máximo. Luego agéndate un espacio contigo mismx para definir tus aptitudes profesionales, identifica el tipo de trabajo que quieres tener, el perfil de empresa a la que quieres pertenecer, actualiza tu CV y enamórate de LinkedIn. Esto me ha funcionado y ojalá, a ustedes también.
¿Tienes una historia de renuncia para compartir? ¿Quieres seguir esta conversación? Sígueme en Instagram @elmillennialtimes y Twitter @lananiquiroz. Espero sus comentarios, opiniones, reclamos, señales de humo, lo que quieran. Besos, Ang.
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