13 abril, 2024

Mi primera cana

By elmillennialtimes@gmail.com

Me salió mi primera cana en la qk. Sí, así como lo leen. Tengo 28 años y me salió mi primera cana en la qk. Ante este suceso solo puedo pensar dos cosas. Primero, los versos de la canción de Diomedes “Ay ve, mi primera cana”. Y lo segundo, mierda, esto de envejecer es real. 

Las canas no me sorprenden. Vengo de una familia donde predominan y esa herencia ya se ha hecho evidente en mi melena. También, las encuentro bellas, y en los hombres, muy atractivas. Pero una cosa es verlas en tu familia o en un hombre guapo en un aeropuerto que viaja en clase ejecutiva y otra, verlas allí abajo. 

Ahora, ¿Qué hace una después de esto? Pues, no mucho. Respirar hondo, asumir el hecho con aceptación radical y entender que esta es la primera pero no la última. 

Esto no se lo he dicho a nadie, hasta ahora que lo comparto con internet. Me daba vergüenza y me hacía sentir como un chiste, hasta que empecé a verlo de una manera diferente. Es decir, como lo que es, una señal del paso inevitable e irreversible del tiempo. 

¿Por qué justo ahora? Si miro hacia atrás, lo entiendo todo. El año pasado viví en meses, lo que no he vivido en años. Experimenté sentimientos intensos y atravesé situaciones desafiantes en días, sin la más mínima preparación o amague de que pasarían. Por lo tanto, esta cana en mi vulva solo significa una cosa: sobreviví. 

Esta prueba de supervivencia no podía pasar desapercibida. Lo que aprendí fue tanto que por momentos siento que soy una bebé de 28 años – muy Bella Baxter-  haciendo todo por primera vez: aprendiendo a caminar, hablar, escuchar, sentir. ¿Cómo es esto? Pues, tan fascinante como aterrador. 

Sin más preámbulo, estas son las cosas que me ha hecho sacar canas. ¿Son fijas? No, ¿Cambiaré de opinión? Seguro ¿Me protegerán de cometer errores? Ni de coña. Pero sí son las que me han traído hasta aquí. 

El amor es lo mejor (y peor) que te puede pasar

¿Te has enamorado? Esta es una pregunta recurrente y mi respuesta siempre había sido no, hasta hace poco. (Si quiere saber por qué lea Porque te quiero te dejo. )

En mis 28 años he hecho y deshecho. Nómbralo y seguro he pasado por allí. Vaciles, affairs, amores de verano, levantes de discoteca, tinderazos, bumblelazos, extranjeros, locales, been there, done that. Pero nunca había sentido eso que te hace decir “Ah, ahora entiendo por qué el mundo es mundo”. 

Y es que el amor hace eso. De hecho, Viktor Frankl lo dijo en su libro ‘El hombre en busca de sentido’ en 1946 “El amor es el único camino para arribar a lo más profundo del hombre… mediante el amor, la persona que ama posibilita al amado la actualización de sus potencialidades ocultas”. Dicho de otra manera, el amor te hará sentir invencible. Vas a poder con todo y a la vez. Pero, también te destruye. 

Sí, si no te has enamorado sorry not sorry, pero mejor que lo sepas antes, vas a experimentar unos niveles de alegría tan intensos que no sabrás cómo es que te caben en el cuerpo pero en la misma proporción, tristeza y desilusión. Son dos caras de la misma moneda. Aun así, es una fortuna y qué pereza vivir con miedo, porque bien dice el dicho “El que tenga miedo a morir, que no nazca”. 

Sexo no es intimidad y viceversa

No he tenido un vicio más grande que el de la coquetería. En mis tempranos 20 buscar y encontrar compañía era casi una misión. Por lo general, la lograba, pero el resultado era todo lo opuesto: sentirme más sola. A ver, querer tener sexo o desear un orgasmo ruidoso no tiene nada de malo. El asunto es ser capaz de reconocer cuando ese deseo viene con intenciones dañinas detrás. Cuando el deseo no es genuino, sino que se convierte en una necesidad, un escape, una salida, una pila de tierra para tapar un desastre mucho mayor. Hoy a mis casi 30 la película es otra. 

Hoy deseo invertir mi tiempo y energía con personas que aporten a mi vida vínculos significativos, no solo ratos de furor y lujuria. La he pasado muy bien coqueteando, pero es muy distinto lo que quiero ahora que estoy más hecha y medio derecha (Porque todavía falta jijiji).

Tu familia no son tus amigos

El tema de la familia me fascina y lo observo casi con visión antropológica. Por ejemplo, a veces siento que les odio. No a todos, ni todo, pero sí algunas cosas. Por ejemplo, odio las reuniones familiares donde tienes la misma conversación con distintas personas y la conclusión es la misma “Bendito sea Dios que todo va bien”. 

Otra cosa que odio de las reuniones es que tu figura debe ser pública. Una persona privada que no converse, que no de detalles, que no maneje el “arte de echar bien un cuento” es un bicho raro. Y yo prefiero ser el bicho raro.  ¿Por qué tengo que contarte sobre mi trabajo? ¿Por qué tengo que responder si tengo pareja? Todas esas preguntas solo se prestan para que un montón de personas que ves una vez al año hagan conjeturas sobre si te está yendo bien o no.

Por otro lado, lo que sí me gusta es escuchar cómo cuentan un chiste, qué le dicen a los más chiquitos, analizar cuáles son sus ejes temáticos, el trago que toman, sus indicadores de éxito y también, reconocer qué hay en mí heredado de ellos. 

Con el tiempo el concepto de familia ha sido expandiéndose y tomando distintas formas dependiendo del espacio y el tiempo en el que me encuentre. Por ahora, me gusta pensar en los hogares elegidos, ese espacio en el que decides estar ya sea sola o con tus seres queridos, sean de sangre o no. 

Tu familia serán tus amigos

“Un amigo es una luz brillando en la oscuridad” dice la canción y cualquiera que haya sido rescatado de una noche oscura por un amix, sabe que es verdad. 

Hacerse mayor trae consigo círculos sociales más cerrados. Ya no estamos para pensar en rumbas cada fin de semana, sino para compartir memes que evidencian nuestro desequilibrio mental sin que nos juzguen. Por lo tanto, esas personas que te llevan a la playa cuando estás en el fondo del calabozo de tu cabeza o escuchan tus notas de voz de seis minutos en las que terminas llorando, son oro puro. 

Con ellos, ellas y elles no tienes que sorprender, actuar o recargar tu batería social antes de salir, solo ser <3

La peor traición es la autotraición

O dicho de otra forma, la peor mentira es la que te dices a ti misma. 

“Voy a levantarme temprano”

“Mañana empiezo a hacer ejercicio”

“No le voy a escribir más” 

“Hoy escribiré 20 páginas de la tesis” 

“Estoy bien” 

Tú sabes que eso que te dices son solo promesas vacías. Nos podemos quejar de todas las condiciones externas que queramos, pero nada cambiará si no damos el paso nosotras. Si quieres un culo de acero, ponte pa’ la sentadilla y come buen pollo con espárragos. Si quieres un mejor trabajo, actualiza el CV, dale duro a LinkedIn y escríbele a tus contactos. Si quieres ser escritora, actriz, cantante, pintora y estás en un trabajo de mierda que no te deja avanzar ¿Dónde está el plan? Si no estás bien, ¿Ya pediste ayuda? 

Es muy fácil dejarlo todo tirado. Yo lo hago all the time peeeero cuando la pereza ataca me pregunto a mí misma ¿Es esto un obstáculo de verdad o es solo que no estoy dispuesta a hacer el trabajo?

Se las dejo ahí.  

Este capítulo de Se Regalan Dudas con Elizabeth Gilbert da en el clavo con este tema. Se los recomiendo mucho <3

Toma la iniciativa 

(Esta es hermanita de la lección anterior)

La posición de espera es peligrosa. Si quieres algo, ve por ello. Si no existe, créalo. Si no te lo piden, pídelo tú. Si lo deseas, haz una propuesta. Si no te gusta la conversación, cámbiala. ¿Qué es lo peor que puede pasar? Que te digan que no. 

Sé que tomar la delantera no es una cualidad que le fluya a todo el mundo porque hay personalidades, sin embargo, lo que sí nos aplica a todos es que creemos que el tiempo está ahí, inagotable y silente, pero siempre está corriendo. 

Cancelación de ruido ON

Cosas que hacen que me brinque un párpado y los comentarios no solicitados. Estos comentarios por lo general empiezan con un “Deberías…”, y ahí inmediatamente me brinca el otro. El arte de la buena conversación implica escucha activa, pero aquí pasa un fenómeno parecido al del sentido común. Está tan sobreentendido que, a la final, nadie sabe qué es. 

En situaciones de dilema tendemos a recurrir al otro para buscar solución. Esto, puede salir muy bien. Otras veces, fatal. Recibimos liturgias de personas que no saben o entienden el contexto, te ofrecen un consejo como ellos lo harían, en el peor de los casos minimizan tus emociones y lo solucionan todo con un “ya pasará”. 

Esto es una lotería y la manera de darle manejo – según esta millennial que sigue sin tener idea – es sabiendo a quién acudir. Cuando estamos perdidos, por lo general, ya sabemos la respuesta, solo que estamos muy abrumados para ver con claridad. Si necesitas desahogarte, hazlo. Si necesitas un consejo, pídelo, pero la intuición es una cosa poderosísima. Todos la tenemos. Activen la cancelación de ruido exterior y escúchenla un poquito más.  

Bueno, estas son las cosas que la cana en mi qk y yo teníamos para decir. ¿Qué otras lecciones han ido aprendiendo con la edad? Cuéntenme por Instagram en @elmillennialtimes, en TikTok, un correo o cualquier cosa una carta escrita a mano. 

Besos, byeeeeeeeeee. 

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