Para ilustrarles lo que ha sido mi vida amorosa hasta hace aproximadamente un año imagínense que compré una finca de 50 hectáreas sin saber nada de ganadería. Con este panorama, ¿qué pudo haber pasado? Pues que algunas vacas salieron buenas, otras malas, otras se escaparon del corral, otras las vendí bien. Pero fue hasta que tuve claro para qué quería la finca, en qué ganado iba invertir y cuál definitivamente no volvería a comprar que las cosas cambiaron.
Ese cambio se resume en una frase: calidad por encima de cantidad. Y adivinen qué se necesita para aprender qué es de buena calidad o no. Ajá, sí: tiempo.
Luego de esta ilustración, vuelvo a la crayola. La premisa de este artículo es que mi crayola está intacta, pero no significa que permita que la parta cualquiera. Esta crayola ha pasado por un proceso de manufactura con los ingredientes más valiosos del mercado: trabajo interior, claridad, respeto y mucho mucho amor.
Cuando una ha invertido en conocerse a sí misma, los sentidos se agudizan. Al conocer a alguien tu mente y tu cuerpo reaccionan casi de inmediato. Esto puede tener muchos nombres. Llámalo autogestión, racionalización, control de expectativas o amor propio. Sin importar el nombre, todo se resume en tener claro tu valor y lo que tienes para aportar. Si recibes la misma proporción, excelente. Si quieres negociar, también puedes hacerlo. Las posibilidades son infinitas, todo depende de lo que permitas que suceda o no.
Un síntoma muy evidente del trabajo interior es decir NO más seguido. Tus valores son tu punto de partida y con base en esto empiezas a tomar decisiones. En el último año he dicho que no muchas veces y seguramente lo seguiré haciendo. A mi crayola no le va a pasar nada que dos baterías doble A no puedan resolver.